jueves, 22 de julio de 2010

Hoy

Estaba sentada en aquella mesa. No sabía por dónde empezar, qué escribir.

¿Qué es importante para mí? -Se preguntaba mientras balbuceaba la fecha.

Era tan joven, pero los años la habían dejado tan abatida... ¿Cómo vivir, cómo escribir una historia que parecía determinada por terceros?

Entonces empezó a contarle que extrañaba ciertos brazos que en un pasado solían escabullirse entre los abrigos y la luz de la luna. Luego le contó sobre ese primer nene que con su mirada traviesa la enloquecía... nene que siendo adulto, se quitó la vida. Después le contó acerca de su abuela; no la veía hace dos años y añoraba temblar delante de ese temperamento mandón y arisco que las circunstancias habían moldeado. Describió la  vez en que se cumplió su primer sueño y no había nadie con quién festejarlo... Escribió y escribió en pretéritos perfectos e imperfectos.

Hoy se despertó y fue a buscar el sobre. Releyó la carta, y se dio cuenta que en ningún momento le narró su vida.

¿Qué es importante para mí?

Entonces vio el almanaque: 22 de julio del 2010.

Se sentó en esa mesa redonda de madera despechada que todos odiaban, y comenzó a escribir sobre una hoja en blanco en Presente.

Gini Beutel.

jueves, 8 de julio de 2010

Remitente


La ansiedad tomaba posesión de su cuerpo. Desde sus neuronas, obedientemente le picaban las rodillas, las manos le temblaban, un frío repentino la invadía sin remedio, sus ojos enrojecían de sequedad,... no había parpadeado desde que vio el remitente.

Se quedó titubeando en la puerta como si esperara que aquel cartero, sorprendido ante su reacción, le sugiriera entrar, salir o siquiera abrir la carta ahí mismo.

El cielo se balanceaba como el mar, la calle se derrumbó, las cuatro paredes del living se transformaron en eternos muros de concreto, la tierra giraba a la velocidad de la luz, y el sonido no podía alcanzarla.

Hacía tantos años que no veía escrito ese nombre, menos a mano alzada en un papel. La letra seguía siendo la misma, sólo que con menos pulso y más caracter que antes.

Sin inhalar una partícula de aire, cerró la puerta y se echó en el pedazo de suelo que más cercano estaba de sus pies, haciendo caso omiso a las mil cien veces que le habían dicho que las casas estaban colmadas de sillas para ser usadas.

Acercó el sobre, aún sellado, a su nariz intentando percibir el aroma del remitente que había recorrido tierra y mar para llegar a ella. Su sensibilidad seguía viva, hasta lograba imaginar el momento en el que se había puesto su perfume favorito antes de ir al correo.

Con sus manos de piel plegada y transparente, presionó la carta en contra de su pecho, y se quedó dormida esperando hasta el día siguiente que el intenso deseo que salía de lo más profundo de su corazón hiciera que esas hojas expresaran un amor más fuerte que el tiempo y la distancia.

Gini Beutel.