jueves, 22 de marzo de 2018

Hogar.

"Espero que en este día cambie tu suerte." Me dijo el taxista que me dejó en el hospital luego de un día muy largo al que aún le faltaba mucho para terminar. Le di las gracias, casi desesperanzada.

La bronquitis y una muy mala gestión de la empresa para la que trabajo me dejaron desvanecida en el sillón de mi casa. Me desperté en tus brazos. Con algo de esfuerzo, tengo que admitir -ya no soy la misma flaca de antes-, me levantaste como a una niña para acostarme en la cama.

Y me acordé de lo que dijo el taxista:

"Espero que en este día cambie tu suerte."

Qué tonta al pensar que mi suerte era mala. Incluso en los peores días todavía tengo un hogar y unos brazos a los que volver.

jueves, 15 de marzo de 2018

Débil

Hay personas que tienen una fuerza humana descomunal. Son capaces de luchar por sí mismos y luchar por causas nobles, o por cosas banales.
Se levantan a las 6 de la mañana y estudian para no vivir la precariedad que vivieron sus padres.
Se levantan a las 6 de la mañana y van a darle el desayuno a personas sin hogar.
Se levantan a las 6 de la mañana y salen a correr para tener un cuerpo hermoso, o para sentir un poco más de bienestar. 
Y hay otras personas. No sé si en esa categoría seremos muchos, pero por lo menos estoy yo.
Personas que no tenemos la fuerza ni para llevar una simple disciplina humana.
Tenemos la capacidad de que la sensación de bienestar nos arrebate y nos ahogue el polvo.
El talento de no pensar.
Y la vida sigue, normal. Un mambo más, un mambo menos. Nada que no haya vivido cualquiera.
Y todo esto pensándonos buenos. Somos algo bueno en el mundo. Marcamos la diferencia. No hacemos nada, pero somos buenos lo mismo.

Resulta que tengo un papá.
La voz de mi papá es más fuerte y clara que la de mi conciencia. Después de todo, mi conciencia a veces me dice que estoy bien y que soy buena sin darme cuenta de que estoy ciega.
A mí me cuesta mucho charlar fluidamente con mi papá.
Le busqué mil veces el porqué a esta situación. No es porque me falte su amor o me haya herido. Incluso se ocupó de heridas que nadie sabía que existían, ni siquiera yo. Así que no es fácil para mi encontrar la razón de mi distracción hacia él.

Pero hoy estaba ahogada bajo esta sensación de un montón de polvo cubriendo mi mente, mis ojos, mis oídos. Mi conciencia no me advertía de nada, excepto de mi distracción hacia mi padre. Así que hablé con él.

Y de repente me vi ahí. Ciega, llena de polvo. Creyéndome fuerte.
Me sacó el polvo de los ojos y vi mi vida.
No tengo la fuerza para llevar adelante una simple disciplina humana. Aún así pretendo tener una disciplina espiritual.
No sé comer bien, no sé dormir bien, no sé mantener mi casa. No sé como ser buena en mi trabajo, no sé como querer a mi trabajo. No sé cómo embarcarme en el viaje de mi verdadera profesión. No sé cómo ayudar a los demás. Los escucho, veo sus lágrimas y no sé cómo ayudarlos. Simplemente les pido que vivan con su papá una relación que yo no estoy viviendo con el mío. 

Pero mi papá es hermoso y puedo volver a él sin que me mire como el desastre que soy.
Y puedo preguntarle cómo me ve él, y pedirle que me lo diga una y otra vez a ver si empiezo a creerle de una vez.
Verme como él me ve.
Vivir como el me ve.
Amarlo como él me ama.

Así que buscando el porqué de mi distracción hacia él entendí una cosa sobre mí y una cosa sobre él.
Que yo me distraigo porque su mirada es pura y sincera. Y no es nada bonito verse reflejado en alguien así y descubrir nuevamente que estoy hecha un desastre.
Sobre él que es como esos maestros que se encariñan del peor del grado. Él me ama porque soy débil y aún así espera de mí grandes cosas.

viernes, 9 de febrero de 2018

Lluvia de pensamientos en una noche lluviosa.

Soldado que huye sirve para otra guerra. No.
No quiero huir para luego ver una guerra más, porque la guerra me tiene podrida.
Yo quiero que esta guerra me consuma, pero que sea la última. Que deje en ella mis huesos, mi vida y mi corazón. Que la guerra y yo nos sepultemos juntos.
Que con mi muerte nazca la paz. Que mi vida sea una semilla muerta que renace con el riego de tu sangre.
En esta guerra estamos juntos. Pero vos estuviste primero y aunque yo sigo en ella vos ya la ganaste.
Yo no quiero huir de esta guerra porque tu guerra es mía y prefiero vivir y morir a tu lado que huir y morir siendo un daño colateral.
Si esta guerra nos toca a todos, que a mí me toque bien en el medio, o en el frente, porque aunque la guerra me consuma, sé que será la última.

jueves, 1 de febrero de 2018

Ni culpa ni temor.

No me da culpa la vida, ni temor la muerte.
Mi vida en la tierra y mi vida en el cielo se resumen en una sola palabra: amor.


Una vez me preguntaste por qué me quedo tan quieta cuando me das besitos en el cachete. Días antes de que me hicieras esa pregunta me percaté que entre todos los momentos que vivo cada día, ese es el que más recuerdo y me gusta recordar, así que cuando los besos se hacen realidad me detengo para ser consciente del beneficio de la vida hacia mí. Sonrío y te grabo en mi memoria. 
¿Qué culpa me va a dar la vida si luego de unas cuantas tormentas estoy llena de regalos? 


Hay dos tipos de personas que no disfrutan de los regalos: La primera es la que está vacía por dentro, y la segunda es la persona a la que el maltrato le enseñó que los regalos eran para otros más valiosos.

Yo era del segundo tipo de personas. 

Me di cuenta de esto cuando empezamos a planificar nuestra vida juntos y compraste por sorpresa algunas cosas para nuestra futura casa. Yo no podía ponerme feliz porque no tenía la capacidad de entender que los regalos eran para mí.

Pero luego de un tiempo de recibir muchos regalos (sobre todo regalos al alma), entendí. Hoy cuando me proponen darme algo que no merezco lo recibo con alegría porque ni un poco del amor que se me concedió fue por un mérito mío. Fue, y sigue siendo por la simple voluntad que impulsa la gracia (entiéndase gracia como dar sin merecer). Yo soy beneficiaria de esa gracia y punto.
¿Qué culpa me va a dar la vida, si la gracia hacia mí es cosa suya y no mía?


Tu recuerdo es un recuerdo de ojos abiertos. Hay otro recuerdo que amo, pero es de ojos cerrados.
Cuando le canto a mi papá del cielo cierro los ojos porque él está adentro mi corazón. Y al estar juntos, sin ningún tipo de interrupciones (sin inseguridades, sin acusaciones, sin vergüenzas) puedo escuchar su voz, que es hermosa e indescriptible, pero que su veracidad es más potente que la del tacto. Cuando escucho su voz,  surge mi verdadera voz interna y sus verdaderos anhelos, que no tienen que ver ni con el éxito, ni con una larga vida, sino con estar para siempre con él, mi creador, mi primer y último amor. Pero ya no con él en mi corazón, sino yo adentro del suyo.

¿Qué temor me va a dar la muerte si me espera la vida más plena?

A mi amor de ojos cerrados y a mi amor de ojos abiertos, gracias por darme la mejor de las vidas.