Acá estoy, desesperada, impotente ante mi vulnerabilidad. El silencio como el mejor oyente y consejero me repite lo de siempre, que sea sincera conmigo misma, y tiene razón, lo admito, soy débil y estoy desvalida.
Dos calles que se cruzan en una misma esquina, cuatro posibles rumbos son demasiados. No sé hacia dónde ir y la estadía en esta cueva me desgasta lentamente, siento que mi esencia se marchita... ¿Dónde estás?
Parada ahí, en ese cruce de calles perpendiculares pensé en una quinta alternativa: el cielo, y delirante, sofocada de realidad estiraba mis brazos hacia arriba como si así le quitara peso al cuerpo, como si de esa manera pudiera volar y acercarme a tu corazón.
Gini Beutel.