sábado, 15 de enero de 2011

La más incómoda

Cuando se dice que la verdad libera y siempre sale a la luz hay una parte que se está omitiendo, que a veces la verdad puede ser dolorosa.
La mentira es como vivir a oscuras por mucho tiempo, también es como clavarse astillas. En ambos casos resulta incómodo revertir la situación porque llega un punto en el que parece ser más factible  mantenerse como uno está, a oscuras y lleno de astillas. La mentira se termina convirtiendo en la mejor amiga, no es concebible un mundo sin ella, y como era de esperar, no hay sentimiento que se le asemeje a ese dolor, cuando somos arrancados de un mejor amigo.
La verdad llega sin invitación, comedida, en el momento que uno menos la espera. Se escabulla como la luz a través de las rendijas desvaneciendo toda oscuridad. Los ojos experimentan un ardor descomunal. Hacía tanto que no veían, hacía tanto que no eran abiertos...
Y la piel, tan habituada a convivir con las astillas, se lastima cuando estas son arrancadas. Ha quedado llena de huequitos rellenos de pus que necesitan sanar.
La cuestión es que la verdad no es lo más agradable porque nos desnuda, nos enfrenta cara a cara con nuestra vulnerabilidad, y es como un espejo de cuerpo entero en el que nos apreciamos tal como estamos: golpeados, lastimados y abatidos.
Lo bueno es que ella nunca se presenta con ánimos de humillarnos ante nuestra condición patética, sino que busca un despertar interno, la sanidad del espíritu.
La verdad nos otorga una nueva oportunidad.

Gini

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