domingo, 8 de noviembre de 2009

La Elección


Un 8 de noviembre en un país de latinoamérica nació un bebé al que llamaron Shausef. Era el primer hijo de un joven matrimonio formado por Heli, la mamá y Dariel, el papá. Luego de su nacimientos siguieron 3 nacimientos más que no cambiarían mucho su vida.
Tuvo un infancia dentro de todo... normal, con algunos problemas que marcaron su forma de ser como en la vida de cualquier otro.
A pesar de su edad, Shausef maduró rápidamente, producto de algunas circunstancias.
En su país hubo una gran crisis que golpeó de manera fatal la economía de muchos, entre ellos su familia. Su padre quedó desempleado, su madre dejó de recibir una cuota que el gobierno le otorgaba para ayudarle a mantener a sus cuatro hijos, y la situación venía en picada.
Pasaban meses y nada mejoraba, cada intento por salir adelante simplemente lo hundía más.
El ambiente comenzó a tornarse algo tenso en su casa. La desesperación comenzó a manejar a sus padres que se culpaban mutuamente por el problema en que estaban pasando. Así que día a día, lamentablemente todo empeoraba.
A todo esto, Shausef estaba en el 4to grado de una escuela primaria cercana. Los recursos escaseaban, y muchas veces su madre encontraba de forma milagrosa el dinero que necesitaba para la comida del día en alguna campera vieja que colgaba en su placard.
Esto implicaba que Shausef no llevara dinero a la escuela, sin embargo cada día encontraba algunas monedas en su mochila que le bastaban para que él y su mejor amigo se alimentaran durante el tiempo que permanecieran ahí.
El corazón de este niño vivía esperanzado, atento día a día, confiando de que la vida de su familia tuviera un vuelco. Y lo tuvo, pero no de la forma que él esperaba.
Un día, al llegar a casa, escuchó que sus papás estaban discutiendo en la habitación con la puerta cerrada -las discuciones se hacía más habituales cada día- y él, que ya es estaba acostumbrando a que las peleas fueran más frecuentes, no se preocupó mucho. Pero la curiosidad de niño lo llevó a asomarse detrás de la puerta para saber qué era de lo que hablaban.

-Tenemos que hacer algo. Esto no puede seguir así. Cuando no nos alcanza para la comida, casualmente encuentro dinero en los bolsillos, ¿pero hasta cuándo podremos tener esa suerte? ¡Un día se nos acabarán los recursos y no sé con qué ojos voy a poder mirar a mis hijos para decirles que no hay comida! -Suspiró profundamente bajando la mirada al piso tristemente como si estuviera resignandose - ...ya no sé qué hacer.
-Creo que lo mejor va a ser que empieze a buscar trabajo en otro lado. Ya repartí 150 curriculums y ni una llamada. Y lo peor es que así como nosotros, hay muchas familias más en nuestra situación y no quedan muchos trabajos. Dudo que consiga alguno. Estoy haciendo todo mi esfuerzo, ¡lo juro!, pero no entiendo por qué la vida es así, siento que Dios nos abandona.

Escuchar aquello fue suficiente para Shausef. La desesperación que sentían sus padres, ahora la sentía él, pero aún más intensamente porque estaba acompañada de la típica impotencia que sienten los niños al reconocer que nada pueden hacer por su edad.
Pasó una semana luego de aquel día. Eran las 7 de la mañana, y Shausef se había levantado de buen humor porque faltaba poco para sus merecidas vacaciones. Se sentó en la mesa para tomar su acostumbrado desayuno que constaba de una tasa mate cocido, una rodaja de pan y alguna mermelada ocacional que su mamá hacía con las frutas maduras. A su lado estaban sus hermanos; Lael de 4 años y Gad de 2 años. La bebé Ammi, que tenía 7 meses, estaba en los brazos de su mamá, que permanecía parada al lado de la mesada de la cocina mirando un punto fijo de la pared como si estuviera perdida en sus pensamientos. En su rostro se reflejaba la preocupación que generaban las cosas de las que pensaba. A su lado, estaba el Dariel, que reflejaba el mismo nerviosismo que su esposa haciendo un ruido molesto con las uñas. A diferencia de Heli, Dariel no podía permanecer quieto. Cuando se ponía nervioso caminaba de un lado al otro y comenzaba a hacer todo tipo de ruidos y ritmos monótonos que hacían que los que lo rodeaban sientan ganas de atarlo.
En este momento, ambos se veían muy tensionados, como si quisieran decir algo, y al mismo tiempo callarlo. Shausef, que siempre fue muy observador, en seguida se dió cuenta de que algo andaba mal y se limitó a mirar con sus ojos bien abiertos a sus padres demostrándoles que él ya había captado la intención que ellos tenían. Se puso impaciente y la pregunta salió expulsada de su boca "¡¿Qué está pasando?!"
Heli y Dariel se miraron sabiendo de que era hora, ya no podían posponer el momento, la situación no daba para más, y aunque ellos se morían de miedo tenían que comunicarle a su hijo mejor lo que realmente estaba pasando.

-Papá... tiene que irse. Shausef, queremos que sepas que te amamos, y que hicimos todo lo posible por mantenernos unidos en este momento tan difícil, pero ya no sabemos que más hacer, y ahora lo más importante es que vos y tus hermanos crezcan bien. Por eso papá tiene que irse del país. Acá no va a conseguir trabajo y escuchamos que en Europa la situación está mucho mejor que la nuestra. No te preocupes. Él va a ir por unos meses a trabajar, nos va a enviar dinero para que vivamos bien, y cuando podamos nos reunimos todos allá, y si las cosas en el país mejoran, papá vuelve a trabajar acá. Espero que lo entiendas, sé que sos lo suficientemente grande para hacerlo. -la mirada de Shausef se iba entristeciendo- No te preocupes, te prometo que todo va a estar bien.

Dariel no supo qué más agregar y se acercó a su hijo para abrazarlo profundamente. Las lágrimas empezaron a brotar de ojos de ambos y Shausef largó un grito angustiante "¡Papá yo te amo... te voy a extrañar demasiado!". Sus hermanos más chiquitos miraban intentando comprender lo que pasaba, pero pudieron darse cuenta que no era algo bueno y uno a uno se fueron contagiando el llanto. Al cabo de media hora, la casa revalsaba de sollozos desconsolados.

Dariel se fue y Shausef pasó a ocupar el lugar del "hombre de la casa". Adoptó una actitud protectora con su madre y sus hermanos, y prácticamente parecía un padre en versión miniatura. Mientras tanto, luego de que Dariel consiguió trabajo recibían una cuota mensual con la que vivía dentro de todo bien.
Sí, la situación financiera definitivamente había mejorado. Pero había un vació que ni siquiera la comida podía llenar. A Shausef le faltaba su padre.
Su caracter se fue haciéndo cada vez más rudo. La escuela pasó a estar en segundo plano en su vida, puesto que para él estaba primero ayudarla a su madre con los niños. Y así era como maduraba... en su mente quedaba poco espacio para cosas de niños, constatemente vivía preocupado por temas que superaban su edad.
Sin lugar a duda, su niñez había cambiado demasiado desde hacía unos meses y él ya no era el mismo de antes... lo que él no sabía es que todo cambiaría aún más.
Estaban en la fecha en la que llegaría el dinero que les enviaba su papá para vivir. Todavía no llegaba la cuota. Heli comenzaba a preguntarse qué pasaba.
Dos días después llega una carta de Dariel que decía:

Me cuesta mucho tener que contarles esto, pero tengo que hacerlo.
En Europa las cosas no están tan bien como cuando yo llegué. Ahora aquí también me quedé sin trabajo, tampoco puedo conseguir nada aquí y sinceramente estoy abrumado. Sigo haciéndome la misma pregunta cada día ¿Qué propósito tiene tener que pasar por todo esto?
Ya me quedan pocas fuerzas, siento que todo me sobre pasa, estoy frustrado, y decepcionado de mí mismo por no darles todo lo que se merecen.
Creo que mi vida es poco útil en la de ustedes, y para mí... bueno en realidad... no le encuentro sentido a mi vida. Antes mi sentido eran ustedes, pero ahora que ni siquiera puedo hacer algo por vos y por mis hijos, siento que vivir para mí ya no sirve.
Espero que algún día logres perdonarme por no darte todo lo que soñamos alguna vez.

Los amo mucho, nunca se olviden de eso.

Dariel.

A Heli se le formó un nudo en el estómago, y también en la garganta. Sentía que no podía tragar y le costaba respirar. De repente se puso pálida y la vista se le nubló.
Una lágrima caía por su cara mojando la carta que sostenía en sus temblorosas manos. Se dejó caer al piso, sentándose contra la pared. Triste, impotente, aterrada, desesperada... miles de emociones la inundaron. Su mente se tornó caos y no pudo hacer nada más que correr hacia algún lugar buscando un teléfono con llamadas internacionales mientras gritaba y lloraba totalemente angustiada.
En un negocio, el hombre la miró con horror y le indicó donde había un teléfono. Entró a la cabina y llamó a la posada en la que su marido estaba viviendo. Una mujer atendió el teléfono con una voz muy amable, pero su tono de voz cambió cuando Heli le preguntó acerca de Dariel. Tartamudeando le informó la terrible noticia. Dariel se había suicidado.
¿Qué iba a hacer ahora?¿Cómo iba a explicarles a sus hijos lo que ocurrió?¿Cómo haría para salir adelante?¿Por qué no percibió que algo estaba pasando con él?¿Por qué no pudo impedirlo?
Y así horas tras horas la cabeza le explotaba con preguntas. Buscaba la forma de decirle a Shausef lo que había pasado con su padre. Sabía que mentirle no era solución, tarde o temprano la verdad saldría a la luz y todo sería peor.
Al abrir la puerta de su casa, Shausef ve a su madre tendida en una silla con la cara hinchada y empapada de lágrimas. Corrió hacia ella, la abrazó y le preguntó que le pasaba inconciente de que esa noticia cambiaría todo en él.

-Hijo, odio ser yo quién tenga que decirte eso, pero tengo que hacerlo. Tu papi, el te ama mucho, ¿lo sabés? -Sí ma, lo sé. -Él detestaba no poder hacerte feliz y darte todo lo que deseabas y mereces, siempre me decía que quería lo mejor para vos... él te ama tanto hijo... nunca dejes de tener en cuenta eso.
Shausef la miraba tratando de decifrar a donde quería llegar su madre.
-Papi decidió irse a un lugar mejor, acá las cosas no le salían bien y la vida no fue muy justa con él. Ahora él está bien, en un lugar paradisíaco... ¡ayyy Shausef, cómo te gustaría conocer ese lugar! -seguía deambulando para no llegar a decirle la noticia.
La miró tratando de comprender de nuevo y le preguntó -¿Qué dices ma?, ¿se fue a una isla de vacaciones?
-Sí mi amor, pero se fue para tener unas vacaciones muy largas. Papá está en el cielo.

Heli no había podido decirle toda la verdad. Sabía que su hijo pensaría que Dariel había tomado una decisión egoísta, que no lo amaba, y miles de cosas por el estilo. No tenía las fuerzas suficientes para siquiera nombrar la palabra suicidio, y dudaba que su hijo tuviera las fuerzas necesarias para soportar aquello.

Todo fue mucho más difícil para ellos a partir de ahora. Además de tener que vencer el día a día con el dinero, ahora tenía que superar la idea de que nunca más verían a Dariel. Lo que más les costaba era enfrentar las preguntas que los hermanitos Lael y Gad les hacían cada día al despertarse y al dormirse. "¿Papá?".
Y como era de esperarse, Shausef se enteró de toda la verdad posteriormente. Y como también era de esperar, pensó que su papá había sido egoísta, que no los amaba lo suficiente como para luchar, y que la vida era demasiado cruel con él. No es justo, no es justo. Eran frases que retumbaban en su cabeza en cada momento.
Shausef creció y se convirtió en adulto. Inevitablemente, las cosas que le habían pasado en su infancia, habían marcado su vida, y no de manera muy buena.
Sus acciones se alejaban a lo que fue alguna vez de niño, y cuando su conciencia le reclamaba sobre lo que hacía, tomó por hábito contestar. "Soy así por todo lo que me pasó. Si mis papás no hubieran discutidos, si no hubiéramos tenido problemas económicos, si papá me hubiera amado, si no se hubiera suicidado... yo no sería quién soy ahora."
Y tristemente así siguió su vida hasta el día en que su alma se despredió de su cuerpo, y ésta, volando se dirigió a un cuarto en el que un hombre de aspecto imponente le preguntaba por qué había vivido de la forma en la que él lo había hecho.
Shausef respondió lo mismo que solía decirle a su conciencia; que él era así por todo lo que le había pasado, si su vida hubiera sido diferente, tal vez él sería diferente.
Mirándolo de forma reflexiva, el hombre se agachó para que su mirada esté a la misma altura de la de Shausef y le dijo.

-Ser es cuestión de elección. Vos tuviste la libertad de elegir cómo llevar tu vida. Si hubieras querido, habrías usado todo lo que te pasó como aprendizaje, y no como excusa para destruir tu propia vida. Nada de lo que te hayan hecho los otros tiene el poder para destruirte. Vos mismo decidiste dejar que la vida te destruya. La desición ahora la tenés vos.

Luego de esas palabras, sintió como si hubiera sido expulsado por un cañon y de repente se despertó en su cama como quién duerme plácidamente.

Ahora Shausef sabía que lo que necesitaba era elegir.


Gini Beutel

2 comentarios:

Nelson Lastiri dijo...

tanto tiempo...

Gini dijo...

Sí, mucho.
Mañana termino de rendir al fin y nos ponemos al día.