martes, 11 de mayo de 2010

El Sonido del silencio.

¿Te acordás la primera vez que cantamos juntos?
La vida de la ciudad era tan acelerada; admito que me atraían las luces nocturnas en la zona céntrica y el ritmo apurado de las canciones de fiesta que me daban la falsa sensación de euforia, olvidando por un segundo mi soledad.
A donde quiera que iba estaba rodeada de ruidos. Me distraían de mis pensamientos, y eso me hacía sentir bien temporalmente... hasta que me acostaba a dormir. La ciudad acallaba, pero mi cabeza estallaba de tanta información. No tenía el silencio ni el tiempo suficiente para entablar una conversación pasable con vos.
Era todo tan inquieto, tan rápido y descontrolado, que por momentos me olvidaba de quién era yo, quién eras vos, y cómo eran nuestras voces al unísono.
Todos me decían qué debía hacer con mi vida ¡Y eran tantas las ideas que me daban que me olvidaba de lo que yo quería!
Las publicidades estaban por doquier; pequeños lavados de cabeza que surten efecto con la repetición y la constancia. Cada negocio de ropa, cada canal de televisión, las revistas, los libros, y la gente misma marcaban ideales en mí.
Así que la ciudad me dictaba cómo debía ser, a quién escuchar, cómo hacer esto, cómo hacer lo otro...
Ruido, ruido y más ruido...
Me sofoqué, renuncié y me fui.
Lo primero que me llamó la atención de este lugar fue el silencio. Era tan hermoso que me resultó abrumador; nunca había escuchado tanto silencio junto. Luego recordé que había olvidado mi voz, así que largué un sonido medio contraido de mi garganta por lo poco acostumbrada que estaba a usarla.
Y cuando cantaste fue el minuto más luminoso de mi vida. Había tanta potencia en tu sonido, tus palabras se oían con más claridad que nunca. Escucharte cantar me elevaba por los aires, mis pies parecían despegarse del suelo y hasta las nubes parecían acompañar al movimiento de tu música.
En ese momento fue que salvaste mi vida. Me invitaste a cantar con vos, aunque yo creía que no era capaz de entonar a tu par.
Cantar con vos me dió alas y siempre voy a estar complacida con la decisión que tomé en la ciudad, al renunciar al ruido y unirme en el silencio a tus melodías. Por fin puedo oir sin distracciones tus canciones, y cuando canto a dúo con vos, mi cuerpo vuela junto con mi voz y soy libre.
Gini Beutel .

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin palabras... Espectacular! Me encanta tu manera de expresarte!! Grosaa!

Te quiero muchoooo!

Vicky